La contratapa anuncia: “La melancolía del final de una historia de amor. La ciudad como telón de fondo: bares, autos, teléfonos, bancos de plaza. Un personaje a la deriva, mientras el mundo se rehace sin sentido.”
Esta novela escrita por Juan Villoro, Llamadas de Ámsterdam, contiene muy pocas páginas, suficientes para que en ella se desprenda un manto de melancolía que no sólo está en juego respecto a una historia de amor… Sino que en una confrontación que va se construyendo en el relato, un tal Juan Jesús, crea un lugar extranjero, se hace extranjero en su propia ciudad: sitio desde el cual intentar quizás reencontrarse, o quizás encontrar no sólo los propios pasos de su vida ya vivida, sino algún otro sentido de lo que podría imaginar hacia adelante… Y en ese transcurrir, no sólo la ciudad, se dibuja con claridad y extraña a la vez, con colores chillones, plagada de ruidos, de otra gente que vive cada día u otra que muere, pero habiendo dejado algún recuerdo indeleble; y ante ese panorama, él intenta encontrar en las huellas del amor una voz que le sea propia. Llamadas… llamadas a un amigo, a una mujer a la que amó… pero llamadas donde ubicar algo distinto que esa sensación que lo abriga y lo desnuda, donde sólo hay melancolía para sus días. Y toda expectativa de “quien hubiera sido si…” pudiera todavía hacerse posible, pudiera aun sostenerse: dejar todo abrigo deshilachado de años y se atisbara desde aquellos otros, la posibilidad de otra vida para sí… En esa deriva donde habita, donde insiste en habitar, algún deseo se escucha, insiste, intenta convertirse en brújula aun desde Ámsterdam...
Esta novela escrita por Juan Villoro, Llamadas de Ámsterdam, contiene muy pocas páginas, suficientes para que en ella se desprenda un manto de melancolía que no sólo está en juego respecto a una historia de amor… Sino que en una confrontación que va se construyendo en el relato, un tal Juan Jesús, crea un lugar extranjero, se hace extranjero en su propia ciudad: sitio desde el cual intentar quizás reencontrarse, o quizás encontrar no sólo los propios pasos de su vida ya vivida, sino algún otro sentido de lo que podría imaginar hacia adelante… Y en ese transcurrir, no sólo la ciudad, se dibuja con claridad y extraña a la vez, con colores chillones, plagada de ruidos, de otra gente que vive cada día u otra que muere, pero habiendo dejado algún recuerdo indeleble; y ante ese panorama, él intenta encontrar en las huellas del amor una voz que le sea propia. Llamadas… llamadas a un amigo, a una mujer a la que amó… pero llamadas donde ubicar algo distinto que esa sensación que lo abriga y lo desnuda, donde sólo hay melancolía para sus días. Y toda expectativa de “quien hubiera sido si…” pudiera todavía hacerse posible, pudiera aun sostenerse: dejar todo abrigo deshilachado de años y se atisbara desde aquellos otros, la posibilidad de otra vida para sí… En esa deriva donde habita, donde insiste en habitar, algún deseo se escucha, insiste, intenta convertirse en brújula aun desde Ámsterdam...
LLAMADAS DE ÁMSTERDAM
* En infinidad de ocasiones, al repasar la escena, se iba a reprochar no haber buscado lo que Nuria llevaba dentro y tal vez sólo le diría esa noche. O quizá era mejor así, mejor no conocer la herida íntima y ajena, que una vez dicha compromete y desarma a quien escucha.
* Luchó, y perdió sin atenuantes ni contemplaciones. No recuperó la atención de Nuria; empezó a perderla en partes, a extrañar la forma que tenía de hacerse a un lado el cabello aunque no lo tuviera en la cara, los recados que le dejaba en repisas y muebles imprevistos, con feliz caligrafía de arquitecta, sus senos pequeños, el lunar apenas abultado en las costillas, la perfecta curva de susurros con que llegaba al orgasmo, el trapo que una vez sirvió para limpiar lentes y ahora la acompañaba por la casa para despejar los aros de su taza de té. Constancias, datos que trazaban sus días, el mapa de estar juntos.
* El elogio importaba porque Juan Jesús no siguió con la pintura; no era el enésimo empujón de una carrera ascendente, sino la solitaria prueba de confianza que él no supo aquilatar, la mano que podía subirlo a la balsa y que tocó sin retener, hundiéndose en un mar negro y silencioso.
* Juan Jesús estaba decidido a sentirse un fracaso histórico cuando el Tornillo Lascuráin se le acercó, impidiendo que perfeccionara la dimensión de su desplome.
* ¿Qué pensaba ella? ¿Era capaz de sentir nostalgia por "Holanda", los días sin compromisos, muebles, efectos personales, la pausa en la que no tuvieron trabajo, amigos o familiares, y existieron por excepción, como los que eran en el fondo, al margen de la costumbre y sus redes de araña? ¿Soñaba Nuria con él, recuperaba las cosas que tuvieron, las reparaba o limpiaba o escondía en su memoria?
* -Te oigo bien –dijo Nuria, sin que él supiera si se refería a la acústica o a su destino.
Entonces supo que iba a ser incapaz de llevarla a los vericuetos que había planeado, las frases engañosas, tentativas, para que ella le revelara algo, una frase afilada como un puñal, capaz de justificar para siempre su ruptura.
JUAN VILLORO (México, 1956)
Extraído de: Llamadas de Ámsterdam, 1º ed., Buenos Aires, Interzona Editora, 2007
Interzona Editora
* -Te oigo bien –dijo Nuria, sin que él supiera si se refería a la acústica o a su destino.
Entonces supo que iba a ser incapaz de llevarla a los vericuetos que había planeado, las frases engañosas, tentativas, para que ella le revelara algo, una frase afilada como un puñal, capaz de justificar para siempre su ruptura.
JUAN VILLORO (México, 1956)
Extraído de: Llamadas de Ámsterdam, 1º ed., Buenos Aires, Interzona Editora, 2007
Interzona Editora
¿Susana, Internet significara internarse, introducirse, impregnarse, en el interior de una persona?
ResponderBorrarTe pregunto esto porque al conocer tu blog y recordar el libro que le regalaste a tu sobrina, el impacto que me produjo el leer el titulo del libro mas buscado por mi “La invención de la soledad” en uno de tus post, para darme cuenta en lo poco que leí que ese libro hablaba de mi sin saberlo y esto no que no suene a reclamo, imagino que estas ocupada, te decía bendita sea el click que hice aquel día y apareció tu blog, porque este hizo click en mi cabeza.
Gracias por tu paciencia en mis faltas ortográficas y gramaticales, pero es que yo también (salvando las distancias) escribo con el cuerpo.
Otra cosa gracias por toda esa informacion enviada por mail.
nuevamente ¿dónde queda el generoso aporte del "gato escaldado" y mariño? no veo que nos mencione. mmmm, esto no me gusta nada.
ResponderBorrarTodo muy bonito, el flog y las reseñas, pero sino no nos incluye mire que le armo flor de quilombo!!