Creo que la experiencia de leer La hora de la estrella probablemente no sea una experiencia “feliz” y sin embargo, tampoco se trata de “infelicidad”. Deja un sinsabor espeso, ineludible, que interpela al desconcertado lector de manera fulminante. Escritura de cuya densidad no se sale indemne.
Al relato se entra o no… pero una vez adentro, se vuelve letra que raspa la piel y transcurre en el cuerpo (“Escribo con el cuerpo”) quizás con el intento de preguntar/se cuál es aquella nuestra hora donde la vida fulgura, “la hora de la estrella”, donde aquello que nace y muere quizás no sea lo esperado, lo imaginado. Y esa posibilidad de interrogación es capaz de arrasar o de conmover, de hacer trastabillar, las certezas cotidianas de nuestra existencia. Uno se queda despojado, desnudo, ante esa “niebla húmeda” que va entretejiendo un “…libro construido sin palabras”, entre aquel que relata, “el autor” (el narrador elegido es la voz de un hombre "Yo, Rodrigo S.M.") y la norestina (que se nombra), donde las referencias se confunden: ¿Quién vive sin comprender? ¿Quién comprende lo que vive? Banda de Moebius deslizándose ante nuestros ojos y en nosotros, a través del relator/mentor y su personaje… ¿pero quién es en realidad títere o titiritero? ¿Si es que lo hay? ¿Si es que se lo supone?
Hay en juego en este relato una dimensión poética, capaz de producir incomodidad, desconcierto, algo que golpea, sacude las comprensiones habituales y produce un quiebre, un intervalo que refracta nuestro entendimiento entre un antes y un después; y la lectura volviéndose allí un acto que nos trastoca… y en ese transcurrir, algo se recorta en apenas un destello y vuelve a escaparse… pero en esas vueltas que van soltándose… algo cae y se construye en la experiencia de la lectura.
Así se enuncia también el acto de escritura: escribir es comparable a romper rocas y ese esfuerzo produce chispas y astillas que saltan por doquier y están allí para tomarlas… si se es capaz de dejarse adentrar en la voz poética de Lispector… Si se atraviesa ese umbral y se extrae alguna pregunta de ese pasaje…
Éste es el libro al que se hace referencia en el reportaje que le hicieron pocos meses antes de su muerte y que había terminado hacía unos meses atrás (reportaje que antecede a esta entrada y subido hace unos días); en ese reportaje había afirmado aquello que le sucedía al terminar un nuevo libro: “Estoy hablando desde mi sepulcro”, hablar de su propia hora donde algo que ha nacido muere, el acto se detiene como movimiento propio para pasar a ser de otros en sus lecturas… Y en ella, esperar el momento del “renacer” otra vez ante una hoja en blanco: Mujer que en la escritura encuentra un lugar único, hace sus huellas y desprende una estela; marca tomada en estas cartografías y arrojada al mar abierto… donde acudan los destellos de otras lecturas:
Al relato se entra o no… pero una vez adentro, se vuelve letra que raspa la piel y transcurre en el cuerpo (“Escribo con el cuerpo”) quizás con el intento de preguntar/se cuál es aquella nuestra hora donde la vida fulgura, “la hora de la estrella”, donde aquello que nace y muere quizás no sea lo esperado, lo imaginado. Y esa posibilidad de interrogación es capaz de arrasar o de conmover, de hacer trastabillar, las certezas cotidianas de nuestra existencia. Uno se queda despojado, desnudo, ante esa “niebla húmeda” que va entretejiendo un “…libro construido sin palabras”, entre aquel que relata, “el autor” (el narrador elegido es la voz de un hombre "Yo, Rodrigo S.M.") y la norestina (que se nombra), donde las referencias se confunden: ¿Quién vive sin comprender? ¿Quién comprende lo que vive? Banda de Moebius deslizándose ante nuestros ojos y en nosotros, a través del relator/mentor y su personaje… ¿pero quién es en realidad títere o titiritero? ¿Si es que lo hay? ¿Si es que se lo supone?
Hay en juego en este relato una dimensión poética, capaz de producir incomodidad, desconcierto, algo que golpea, sacude las comprensiones habituales y produce un quiebre, un intervalo que refracta nuestro entendimiento entre un antes y un después; y la lectura volviéndose allí un acto que nos trastoca… y en ese transcurrir, algo se recorta en apenas un destello y vuelve a escaparse… pero en esas vueltas que van soltándose… algo cae y se construye en la experiencia de la lectura.
Así se enuncia también el acto de escritura: escribir es comparable a romper rocas y ese esfuerzo produce chispas y astillas que saltan por doquier y están allí para tomarlas… si se es capaz de dejarse adentrar en la voz poética de Lispector… Si se atraviesa ese umbral y se extrae alguna pregunta de ese pasaje…
Éste es el libro al que se hace referencia en el reportaje que le hicieron pocos meses antes de su muerte y que había terminado hacía unos meses atrás (reportaje que antecede a esta entrada y subido hace unos días); en ese reportaje había afirmado aquello que le sucedía al terminar un nuevo libro: “Estoy hablando desde mi sepulcro”, hablar de su propia hora donde algo que ha nacido muere, el acto se detiene como movimiento propio para pasar a ser de otros en sus lecturas… Y en ella, esperar el momento del “renacer” otra vez ante una hoja en blanco: Mujer que en la escritura encuentra un lugar único, hace sus huellas y desprende una estela; marca tomada en estas cartografías y arrojada al mar abierto… donde acudan los destellos de otras lecturas:
La hora de la estrella
* Pensar es un acto. Sentir es un hecho. Los dos juntos son yo que escribo lo que estoy escribiendo.
* No se trata de un relato, ante todo es vida primaria que respira, respira, respira.
* Pero la persona de quien hablaré ni aun tiene cuerpo que vender, nadie la quiere, es virgen e inocua, no le hace falta a nadie.
* Discúlpenme, pero voy a seguir hablando de mí, que soy mi desconocido, y al escribir me sorprendo un poco porque he descubierto que tengo un destino. Quién no se ha preguntado: ¿soy un monstruo o esto es ser una persona? Antes quiero afirmar que esa chica no se conoce sino a través de vivir a la deriva. Si fuese una tonta como para preguntarse "¿quién soy yo?", se espantaría y se caería al mismo suelo. Es que el "¿quién soy yo?" provoca necesidad. ¿Y cómo satisfacer la necesidad? Quien se analiza está incompleto.
* ... y bien sé que cada día es un día robado a la muerte. No soy un intelectual, escribo con el cuerpo. Y lo que escribo es una niebla húmeda. Las palabras son sonidos traspasados de sombras que se entrecruzan desiguales, estalactitas, encaje, música de órgano transfigurada.
* ¿El hecho es un acto? Juro que este libro está construido sin palabras. Es una fotografía muda. Este libro es un silencio. Este libro es una pregunta.
* escribo con los trazos vivos y ásperos de la pintura.
* No, no es fácil escribir. Es duro como partir rocas. Pero saltan chispas y astillas como aceros pulidos.
* Escribo porque no tengo nada que hacer en el mundo: Estoy de sobra y no hay lugar para mí en la tierra de los hombres. Escribo por mi desesperación y mi cansancio, ya no soporto la rutina de ser yo, y si no existiese la novedad continua que es escribir, me moriría simbólicamente todos los días. Pero estoy preparado para salir con discresión por la puerta trasera. He experimentado casi todo, aun la pasión y su desesperanza. Ahora sólo querria tener lo que hubiera sido y no fui.
* Veo a la norestina mirándose en el espejo y -un toque de tambor- en el espejo aparece mi cara cansada y barbuda. Hasta ese extremo nos intercambiamos. No hay duda que ella es una persona física. Y adelanto un hecho: se trata de una chica que nunca se miró desnuda porque tenía vergüenza.
* Esta muchacha me incomoda tanto que me he quedado vacío. Estoy vacío de esa chica. Me incomoda tanto más cuanto menos exige.
* Ella había nacido con malos precedentes y ahora parecía una hija de un no-se-qué con aire de pedir disculpas por ocupar un espacio.
* No tenía esa cosa dedicada que se llama encanto. Sólo yo la veo encantadora. Sólo yo, su autor, la amo. Sufro por ella. Y sólo puedo decirle así: "¿qué habrá que me pidas llorando y yo no te de cantando?"
* Yo no inventé a esa chica. Ella ha forzado en mí su existencia.
* Sólo una vez se hizo una pregunta trágica: ¿quién soy yo? Se asustó tanto que dejó de pensar por completo. Pero yo, que no alcanzo a ser ella, siento que vivo para nada. Soy gratuito y pago las cuentas de la luz, el gas y el teléfono. En cuanto a ella, de vez en cuando, cuando cobraba su salario, hasta se compraba una rosa.
* Además, por extraño que parezca, ella creía. No era más que una fina materia orgánica. Existía, sólo eso. ¿Y yo? De mí sólo se sabe que respiro.
* Ella sabía lo que era el deseo, aunque no supiese que lo sabía. Era así: estaba hambrienta pero no de comida, era un gusto algo doloroso que subía desde el bajo vientre y le alborotaba los pezones y los brazos vacíos de abrazos. Se volvía dramática y le dolía vivir. Entonces se ponía un poco nerviosa y Gloria le daba agua con azúcar.
* Al oírse, empezó a llorar. Era la primera vez que lloraba; no sabía que tuviese tanta agua en los ojos. Lloraba, se sonaba la nariz, sin saber por qué lloraba. No lloraba por la vida que le había tocado: como no había conocido otras formas de vivir, aceptaba que para ella era "así".
* Macabea, Ave María, llena de gracia, serena tierra de promisión, tierra del perdón, tiene que llegar el tiempo, ora pro nobis, y yo me uso como forma de conocimiento. Yo te conozco hasta la médula por medio de un sortilegio que va de mí hacia ti. Extenderse salvajemente y entre tanto, por detrás, late una geometría inflexible. Macabea recordó los muelles del puerto. Los muelles llegaban al corazón de su vida.
____________________________________________________________
Clarice Lispector (Brasil, 1926-1977)
Extraído de: La hora de la estrella, Ed. Siruela, Madrid, 1989. (traducción: Ana Poljak) Ed. original, 1977.
* No se trata de un relato, ante todo es vida primaria que respira, respira, respira.
* Pero la persona de quien hablaré ni aun tiene cuerpo que vender, nadie la quiere, es virgen e inocua, no le hace falta a nadie.
* Discúlpenme, pero voy a seguir hablando de mí, que soy mi desconocido, y al escribir me sorprendo un poco porque he descubierto que tengo un destino. Quién no se ha preguntado: ¿soy un monstruo o esto es ser una persona? Antes quiero afirmar que esa chica no se conoce sino a través de vivir a la deriva. Si fuese una tonta como para preguntarse "¿quién soy yo?", se espantaría y se caería al mismo suelo. Es que el "¿quién soy yo?" provoca necesidad. ¿Y cómo satisfacer la necesidad? Quien se analiza está incompleto.
* ... y bien sé que cada día es un día robado a la muerte. No soy un intelectual, escribo con el cuerpo. Y lo que escribo es una niebla húmeda. Las palabras son sonidos traspasados de sombras que se entrecruzan desiguales, estalactitas, encaje, música de órgano transfigurada.
* ¿El hecho es un acto? Juro que este libro está construido sin palabras. Es una fotografía muda. Este libro es un silencio. Este libro es una pregunta.
* escribo con los trazos vivos y ásperos de la pintura.
* No, no es fácil escribir. Es duro como partir rocas. Pero saltan chispas y astillas como aceros pulidos.
* Escribo porque no tengo nada que hacer en el mundo: Estoy de sobra y no hay lugar para mí en la tierra de los hombres. Escribo por mi desesperación y mi cansancio, ya no soporto la rutina de ser yo, y si no existiese la novedad continua que es escribir, me moriría simbólicamente todos los días. Pero estoy preparado para salir con discresión por la puerta trasera. He experimentado casi todo, aun la pasión y su desesperanza. Ahora sólo querria tener lo que hubiera sido y no fui.
* Veo a la norestina mirándose en el espejo y -un toque de tambor- en el espejo aparece mi cara cansada y barbuda. Hasta ese extremo nos intercambiamos. No hay duda que ella es una persona física. Y adelanto un hecho: se trata de una chica que nunca se miró desnuda porque tenía vergüenza.
* Esta muchacha me incomoda tanto que me he quedado vacío. Estoy vacío de esa chica. Me incomoda tanto más cuanto menos exige.
* Ella había nacido con malos precedentes y ahora parecía una hija de un no-se-qué con aire de pedir disculpas por ocupar un espacio.
* No tenía esa cosa dedicada que se llama encanto. Sólo yo la veo encantadora. Sólo yo, su autor, la amo. Sufro por ella. Y sólo puedo decirle así: "¿qué habrá que me pidas llorando y yo no te de cantando?"
* Yo no inventé a esa chica. Ella ha forzado en mí su existencia.
* Sólo una vez se hizo una pregunta trágica: ¿quién soy yo? Se asustó tanto que dejó de pensar por completo. Pero yo, que no alcanzo a ser ella, siento que vivo para nada. Soy gratuito y pago las cuentas de la luz, el gas y el teléfono. En cuanto a ella, de vez en cuando, cuando cobraba su salario, hasta se compraba una rosa.
* Además, por extraño que parezca, ella creía. No era más que una fina materia orgánica. Existía, sólo eso. ¿Y yo? De mí sólo se sabe que respiro.
* Ella sabía lo que era el deseo, aunque no supiese que lo sabía. Era así: estaba hambrienta pero no de comida, era un gusto algo doloroso que subía desde el bajo vientre y le alborotaba los pezones y los brazos vacíos de abrazos. Se volvía dramática y le dolía vivir. Entonces se ponía un poco nerviosa y Gloria le daba agua con azúcar.
* Al oírse, empezó a llorar. Era la primera vez que lloraba; no sabía que tuviese tanta agua en los ojos. Lloraba, se sonaba la nariz, sin saber por qué lloraba. No lloraba por la vida que le había tocado: como no había conocido otras formas de vivir, aceptaba que para ella era "así".
* Macabea, Ave María, llena de gracia, serena tierra de promisión, tierra del perdón, tiene que llegar el tiempo, ora pro nobis, y yo me uso como forma de conocimiento. Yo te conozco hasta la médula por medio de un sortilegio que va de mí hacia ti. Extenderse salvajemente y entre tanto, por detrás, late una geometría inflexible. Macabea recordó los muelles del puerto. Los muelles llegaban al corazón de su vida.
____________________________________________________________
Clarice Lispector (Brasil, 1926-1977)
Extraído de: La hora de la estrella, Ed. Siruela, Madrid, 1989. (traducción: Ana Poljak) Ed. original, 1977.
Link recomendado: Revista Virtual Shangri-la. Nº 5 Enero-abril 2008-Especial Clarice Lispector
"Escribo porque no tengo nada que hacer en el mundo: Estoy de sobra y no hay lugar para mí en la tierra de los hombres. Escribo por mi desesperación y mi cansancio, ya no soporto la rutina de ser yo, y si no existiese la novedad continua que es escribir, me moriría simbólicamente todos los días."
ResponderBorrarQuizas no haya muerto, seguramente en estos momentos no tenga nada que escribir, pero de no ser así, nos dejo sus libros para revivirla y atrevernos a tomar un café con ella.
y dónde? Dónde se encuentran todos, toditos los libros de la Lispector? En el gato escaldado libros, su libreria amiga.
ResponderBorrarpd: me cacho! si ya me parezco a manolito haciendo la publicidad del almacen.