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lunes, 1 de mayo de 2006

Juan Gelman
Violín y otras cuestiones (1956)

Estoy sentado como un inválido en el desierto de mi deseo de tí

Me he acostumbrado a beber la noche lentamente, porque sé
que la habitas, no importa dónde, poblándola de sueños.
Juan Gelman: Violín y otras cuestiones/El juego en que andábamos/Velorio del solo/Gotán. Ed.Libros de Tierra Firme
El viento de la noche abate las estrellas temblorosas en mis manos,
que aun no se conforman, viudas inconsolables de tu pelo.

En mi corazón se agitan los pájaros que en él sembraste y a
veces les daría la libertad que exigen para volver a tí, con el
helado filo del cuchillo.

Pero no puede ser. Porque estás tan en mí, tan viva en mí,
que si me muero a tí te moriría.


El juego en que andábamos (1956-58)


Ausencia de amor

Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.

Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobrecristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.

Será ya como sea.
Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado.
Me comerás entonces dulcemente
pedazo por pedazo.

Seré lo que debiera.
Tu pie. Tu mano.


Presencia del otoño


Debí decir te amo.
Pero estaba el otoño haciendo señas,
clavándome sus puertas en el alma.

Amada, tú, recíbelo.
Vete por él, transporta tu dulzura
por su dulzura madre.
Vete por él, por él, otoño duro,
otoño suave en quien reclino mi aire.

Vete por él, amada.
No soy yo el que te ama este minuto.
Es él en mí, su invento.
Un lento asesinato de ternura.




La caricia tiene la forma de tus brazos.
aguarda en ti encerrada.

Quieto mar, bajo el día
conduce su silencio.

Arde si la liberas.

Entonces
sobre el mundo
deja caer la noche.


* * * * *

Velorio del solo (1961)



Fábricas del amor

I

Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos patios de la infancia.
Albañil con vergüenza,
yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
para darte la voz,
para poner dulzura en tu saliva.
Cuántas veces temblé
apenas si cubierto por la luz del verano
mientras te describía por mi sangre.
Pura mía
estás hecha de cuántas estaciones
y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
Qué infinito de besos contra la soledad
hunde tus pasos en el polvo.
Yo te oficié, te recité por los caminos,
escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra
te hice un sitio en mi lecho,
te amé, estela invisible, noche a noche.
Así fue que cantaron los silencios.
Años y años trabajé para hacerte
antes de oír un sólo sonido de tu alma.


II

Alza tus brazos, ellos encierran a la noche, desátala sobre mi sed.

tambor, tambor, mi fuego.
Que la noche nos cubra como una campana

que suene suavemente a cada golpe del amor.
Entiérrame la sombra, lávame con ceniza, cávame del dolor.

límpiame el aire:
yo quiero amarte libre.

Tú destruyes el mundo para que ésto suceda,
tú comienzas el mundo para que ésto suceda.


IV


Que del recuerdo suba el olor de tu cuerpo y se haga tu cuerpo.
Que la noche devuelva tu dulzura.
Que tus manos sean dadas por el temblor que dieron.
Que tus ojos regresen de todo lo mirado.

Paloma del amor
en vez
asciendes pura en libertad
giras y cantas como el cielo vas invadiendo el mundo.


V

Como un niño te canto bajo la noche oscura

Cofre de los secretos, juegos hondos,
temblores del otoño como pañuelos rápidos,
te canto allí para que seas.

Señora del candor,
con boca limpia digo uno a uno tus nombres,
pongo mi rostro en la penumbra que de ellos desciende,
hago un gran fuego con tus nombres bajo la noche oscura.

En realidad quiero decir: me haces andar contra la muerte.


Arte poética

Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,

como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor.
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde sus manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.


Poema

Como el amor, como el amor insistes,
nada puede alejarte,
ni la piedra más dura que tiro contra mí.

Vienes, golpeas, pie ligero,
como el amor asciendes,
dicha pura,
oleaje de la oscura desconocida maravilla.

Bajo un día de verano clausura de la sombra
entre un ruido de rostros probables moriré,

solo de ti, solo de ti, pasión del mundo, poema.


En la fecha

Solo de ti, lleno de ti,
esta tarde a las 7,
el ciudadano de tu ausencia
se palpaba la cara, la voz, los papelitos,
de veras comprobando
que tus ruidos andaban por sus huesos
y en general que te habías ido.

Golpeó puertas, teléfonos.
La gran ciudad estaba equivocada sin tu pelo, señora
y él sentía tirones detrás del corazón.

A lo mejor era el tabaco,
de todos modos yo soy otro:
un pedazo, de ti,
alguien a quien castigan puertas, ruidos, teléfonos,
y, andá a saber por qué,
toda la parentela de la muerte.


Mi rostro

Mi rostro cae como tu corazón
tu corazón que cae bajo la lluvia de este otoño,
una lluvia de pájaros grises que sube de mi rostro
como el otoño sube hasta tu corazón,
he recorrido calles, rostros, puertos
antes de recorrer tu corazón de otoño
como un pájaro gris las calles de la lluvia,
tu corazón va solo como un puerto
del que todas las lluvias han partido
menos ese pájaro gris parecido al otoño
construyendo mi rostro para tu corazón.


La dueña

Ella estalla como el verano,
no es posible evitarla o detener su rostro,
avanza en cualquier calle,
aun hace ruido al pie de mi silencio,
muchas veces me miran para ver su dulzura,
por ella se me han puesto
suaves las manos, suave el corazón,
la muchacha infinita me posee,
llena mis días con su ausencia,
no me deja andar triste, me permite subir por su recuerdo,
todo lo más habrá que ver cómo vivir sin ella,
la señora sentada al fondo de mi sangre.


Lo que pasa


Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como un día de mayo dulcísimo de otoño,
y lo que es más aun, todo mi olvido
para que lo deshagas y dures en la noche, en la tormenta, en la desgracia,
y mas aun, te di mi muerte,
veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,

y aun no puedo abarcarte, sigue creciendo como un fuego,
y me destruyes, me construyes, eres oscura como la luz.


*********

Gotán (1962)

Gotán

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular,
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo busco me maté,
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.



JUAN GELMAN (Argentina, 1930)

Extraídos de:
Gelman, Juan: Violín y otras cuestiones / El juego en que andamos / Velorio del solo / Gotán. Ed. Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1989.
(Ed. de tapa: Rubén y Marina Naranjo sobre el dibujo "La mujer de la vela" de Carlos Gorriarena).

blog recomedado: La Bitácora de Gelman
Otros: Sololiteratura

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