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martes, 30 de diciembre de 2008

La vida material. Marguerite Duras. Plaza & Janés Editores S.A.
EL LIBRO



El libro es la historia de dos personas que aman. Esto, es: que aman sin estar prevenidas. Esto ocurre fuera del libro. Digo algo que no he querido decir en el libro, pero que no debía olvidarme de decir ahora, incluso si es un poco difícil encontrar las palabras para hacerlo. Este amor se mantiene en la imposibilidad de ser escrito. Es un amor que todavía no ha sido abordado por la escritura. Es demasiado fuerte, más fuerte que estas personas. No está organizado. Se vive por la noche y la mayor parte del tiempo entre sueños. No, todo amor que empieza en general se organiza, e incluso si hay un impedimento central para vivirlo, lo hace, se crea hábitos, costumbres, las personas comen, duermen, se besan, discuten, se reconcilian, hacen tentativas de suicidio, tienen ternura el uno por el otro, a veces, a veces se abandonan, vuelven, a veces hablan también de otra cosa, no lloran todo el rato. Aquí, no hacen nada, no hacen en el amor, esperan en la oscuridad, algunas veces él quiere matarla. Yo creo que él habría debido matarla, que él debería matarla, llegar a ello, pero me ha parecido una solución un tanto forzada, precoz. Puedo decir que se trata de un amor absurdo, sin sujetos, al igual que la sonrisa de Alicia no tiene rostro a través del espejo, pero esto sería abstracto y falso. No, vuelvo a lo que decía, que es un amor que ama ya, que invade y que permanece más acá de todo lo que se podría decir de él por razones de orden religioso y que por este hecho podría estar cerca de una necesidad de sufrimiento, de una razón oscura de tener que sufrir para acordarse de una ausencia sin imagen, sin rostro, sin voz, pero que se lleva el cuerpo entero, como bajo el efecto de la música, hacia la emoción que acompaña la liberación de no se sabe qué peso formal.

Sí, este libro es la historia de un amor inconfesado entre personas que evitan decirse que se aman debido a una fuerza que ignoran. Y que se aman. Esto no está claro. Esto no puede declararse. Esto huye todo el tiempo. Es impotente. Y sin embargo está ahí. En una confusión que ellos tienen en común, que es personal, suya, y que es la identidad de sus sentimientos. ¿Es que perciben algo de lo que ocurre entre ellos y que los ata? No lo sé. Ellos saben más que los demás en el sentido del silencio a mantener sobre el amor, pero no saben vivirlo. viven en su lugar otra historia como si fueran otras personas. Cuando se dice que las personas se aman, en general se aman de amor. Son personas que no saben amarse y que viven un amor. Pero la palabra no acude a sus labios para decirla, ni el deseo al sexo, paa expresarlo, vaciarlo, y poder seguidamente charlar y beber alcohol. No, sólo lágrimas.

Estas personas, del libro, las conozco, aunque no conozco su historia como no conozco mi historia. Carezco de historia. De la misma manera que no tengo vida. Mi historia se pulveriza cada día, cada segundo de cada día, mediante el presente de la vida, y no tengo ninguna posibilidad de percibir claramente lo que se llama así: su vida. Sólo el pensamiento de la muerte me recoge o el amor de este hombre y de mi hijo. Siempre he vivido como si no tuviera ninguna posibilidad de aproximarme a un modelo cualquiera de la existencia. Me pregunto en qué se basa la gente para contar su vida. Lo cierto es que hay tantos modelos de relatos que se hacen a partir del de la cronología, de los hechos exteriores. Se toma este modelo en general. Se parte del principio de la vida de uno y sobre los raíles de los acontecimientos, las guerras, los cambios de domicilio, las bodas, se desciende hacia el presente.

Hay libros intangibles, L'Eté 80, El hombre atlántico, El Vicecónsul, que grita por los jardines de Shalimar, la mendiga, el olor a lepra, M. D., Lol V. Stein, El amante, El dolor, El dolor, El dolor, El amante, Hèléne Lagonelle, los dormitorios, la luz del río. Le Barrage se volvió intangible, los camuflajes, la sustitución de ciertos factores personales por otros que se prestaban menos a la curiosidad del lector y corrían menos peligros de alejarse del relato que yo quería que él leyera, todo se integró en la primera historia, que por otra parte, desapareció. Hasta El amante. De modo que hay dos niñas y yo en mi vida. La del Barrage. La del amante. Y la de las fotografías de familia. No alcanzo a ver lo que ocurrió mientras escribía este último libro, en el transcurso de este verano 86 tan terrible. En esta historia, por cierto desplazada, pero que fue vivida, es difícil descubrir la mentira, el lugar donde el libro miente, sobre qué plano, en qué adverbio. Puede que no mienta más que en una palabra. No creo que mienta respecto al deseo. Esto siempre debe ocurrir de esta manera cuando el hombre es rechazado por nuestro cuerpo. Y sin embargo, este libro cuenta la historia que ha sido vivida. Yo he hecho de él un caso particular y no un caso de especie. El tiempo de escribirlo estaba, tal vez, superado, era preciso que yo me acordara de haber sufrido. El sufrimiento permanecía, pero siempre igual. La emoción también. La emoción en El amante o en El dolor todavía está tibia, palpitante. Resuena en estos libros, el menor soplo, las voces también las oigo. Aquí, no, no oigo nada, no veo nada. Me confundo con estas personas, y lo que hago es contar una historia imposible entre una mujer y un homosexual, cuando lo que yo quiero contar es una historia de amor que es siempre posible incluso cuando se presenta como imposible a los ojos de las personas que están lejos de la escritura -no esando la escritura afectada por este género de lo posible o no de la historia -. Puede queyo haya querido decir esto mismo que digo aquí sin conseguirlo, saber que no ha habido historia de amor entre la gente, sino amor. Que tal vez, lo que quería decir, era que una vez en los confines de sus relaciones, cierta noche, el amor se había mostrado como un hilillo de luz en la oscuridad. Que una vez, cierto momento, la historia había llegado hasta el amor.


Si escribir en falso, incluso apenas en falso, me produce tanto efecto, es que esto debe ocurrirme raramente. Sin duda, todavía estoy demasiado bajo el impacto de la escritura de este libro para saberlo. Es preciso que tenga sentimientos mejores para con el libro, y que no lo trate más como un objeto hiriente, hostil y un arma dirigida contra mí. Qué es lo que ha sucedido. Es como si aprendiera que todo no puede emanar de la escritura, que esto se detiene quiérase o no ante puertas que están cerrradas, poco importa la razón por qué. Hay algo en este libro como un ensayista larvado a lo Barthes, tengo ideas, y hago alarde de ello, y la novela está, a veces, justificada como la de los premios literarios. Dicho de otro modo, no me he salido de ello. He implantado el mar en medio de la historia, un río, pero no ha sido suficiente para hacer salvaje al amor, a la gente, me concernía demasiado. Ha quedado lejos ésto.
No sé lo que habría debido hacer. Lo que ocurría cada día no era lo que sucedía cada día. Sucedía que lo que no ocurría era lo más importante del día. Cuando no sucedía nada era lo que daba más qué pensar. Habría debido entrar en el libro con mis maletas, mi rostro devastado, mi edad, mi oficio, mi brutalidad, mi locura, y tú habrías debido quedarte igualmente en el libro, con tus maletas, tu rostro liso, tu edad, tu ocio, tu terrible brutalidad, tu locura y tu angelismo fabuloso. Y esto no habría sido suficiente.
Hemos hecho asco a todos los compromisos, a todos los "arreglos" habituales entre los géneros, hemos afrontado la imposibilidad de este amor, no hemos retrocedido, no nos hemos librado, era un amor que venía de muy lejos, que no podíamos imaginar, era tan extraño, nos burlábamos, no lo reconocíamos y lo hemos vivido tal como se presentaba, imposible, verdaderamente, y sin intervenir, sin hacer nada para sufrir menos, sin rehuírle, sin masacrarlo ni partir. Y esto no ha sido suficiente.

En el período que precedió a la entrega del manuscrito hasta el último día, creí que todavía podía evitar darlo a editar, pero en este momento yo era la única en pensarlo y era demasiado tarde y finalmente tuvieron razón de publicarlo.

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Marguerite Duras (Francia, 04/04/1914 - 03/03/1996)

extraído de: La vida material. Plaza & Janes Editores, S.A., 1988, Barcelona.
Traducción: Menene Gras Balaguer

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