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martes, 2 de octubre de 2007

Melancolía de Jasón, hijo de Cleandro, poeta de Komagene, 595 d.C. Konstantinos Kavafis

El envejecimiento de mi cuerpo y su apariencia
son heridas de terrible puñal.
Resignación no tengo.
A ti recurro oh Arte de la Poesía,
pues algo sabes de remedios;
tentativas de envolver el dolor en la Imaginación y la Palabra.

Son heridas de terrible puñal.-
Ahora tráeme oh Arte de la Poesía
tus consuelos para que –aunque sólo sea por un instante- no perciba la herida.

Ventanas

En esas habitaciones oscuras donde vivo
pesados días, con qué anhelo contemplo a veces
las ventanas. – Cuándo se abrirá
una de ellas y qué ha de traerme-.
Pero esa ventana no se encuentra, o yo no sé
hallarla. Y quizá mejor sea así.
Quizá esa luz fuese para mí otra tortura.
Quién sabe cuántas cosas nuevas mostraría.

Vuelve

Vuelve otra vez y tómame,
amada sensación retorna y tómame-
cuando la memoria del cuerpo s despierta,
y un antiguo deseo atraviesa la sangre;
cuando los labios y la piel recuerdan,
cuando las manos sienten que aun te tocan.

Vuelve otra vez y tómame en la noche,
cuando los labios y la piel recuerdan…


Cuando aparezcan

Trata de asirlas, poeta,
aunque no consigas retenerlas,
esas visiones eróticas.
Sitúalas, veladas, en tus versos.
Trata de asirlas, poeta,
cuando aparezcan en tu cerebro
a medianoche, o en el brillo del mediodía.


Voluptuosidad

La delicia y el perfume de mi vida es la memoria de esas horas
en que encontré y retuve el placer tal como lo deseaba.
Delicias y perfumes de mi vida, para mí que odié
los goces y los amores rutinarios.


Recuerda, cuerpo…

Recuerda, cuerpo, no sólo cuánto fuiste amado,
no solamente en qué lechos estuviste,
sino también aquellos deseos de ti
que en otros ojos viste brillar
y temblaron en otras voces – y que humilló
la suerte.
Ahora que todos ellos son cosa del pasado
casi parece como si hubieras satisfecho
aquellos deseos –cómo ardían,
recuerda, en los ojos que te contemplaban;
cómo temblaban por ti, en las voces, recuerda, cuerpo.


Ítaca

Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Pseodón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones y a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en la memoria.
Llegar allí es tu menta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ìtaca te enriquezca.

Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ìtaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ìtacas.


Konstantinos Kavafis: 56 poemas, Ed. Grijalbo Mondadori, S.A., Madrid, 1998. traducción José María Álvarez.

(Egipto, 1863-1933)
Nación en Alejandría en 1863, el noveno hijo de una rica familia de comerciantes griegos, originarios de Estambul. A la muerte del padre, y ante los crecientes problemas económicos, la familia se trasladó a Gran Bretaña. Años después, Kavafis regresó a Alejandría e ingresó como funcionario en el Ministerio de Riegos Egipcio, para el cual trabajó hasta 1920.
Desde muy joven se dedicó a la poesía: de él nos han llegado 154 poemas, que fueron publicados póstumamente, en 1936, siguiendo el orden cronológico establecido por el poeta.
Murió en 1933 en Alejandría.

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